En los seres humanos imperan leyes que regulan la vida. Se trata de una serie de fuerzas universales, principios sistémicos y físicos que gobiernan y conducen nuestra vida en el día a día, las fuerzas del amor. Hoy te queremos hablar de ellas para que reconozcas su importancia y tengas una idea de cómo pueden afectar tu crecimiento.
La primera fuerza es la más importante y exigente. Se trata del asentimiento incondicional a todo tal cual es. Decir sí a todos, a todo lo que hay en mi vida, a todo lo que sucede en ella, a las personas como son, a mí como soy. Es no estar en contra de nada, no tener juicios ni preferencias, fluir con la vida tal cual es. Este es el mayor paso hacia el crecimiento. Cuando nos desligamos del “no” la energía fluye y está a nuestra disposición, se equilibra y podemos dirigirla hacia donde queramos, logrando cumplir lo que soñamos con mayor facilidad.
Seguidamente, se encuentra la fuerza del orden en el sistema familiar o jerarquía, y está dada por la dimensión espacio temporal. Todo en el universo está pensado en un perfecto orden y espacio. El tiempo marca un inicio, el nacimiento, dado por nuestros padres, quienes fueron primero, generando así una jerarquía natural. El espacio define un lugar único e irrepetible para cada uno, el que debemos ocupar según el orden de llegada. Si no ocupamos este lugar, no conectamos con la realidad ni con nuestro espíritu, nuestra energía estará luchando por ser reconocida, por sobresalir, por encontrar su lugar nuevamente.
Ahora bien, la tercera fuerza es la pertenencia. Esta ley implica la aceptación y respeto por las diferencias. Es el reconocimiento y la inclusión de todos, hagan lo que hagan, sean como sean, empezando por nuestro sistema familiar y aplicándolo a diferentes relaciones en grupos cada vez más grandes. Todos tenemos el mismo derecho de pertenecer a todo. Esta es la fuerza de la conexión con el amor del espíritu, que nada excluye, que todo lo abarca, un amor consciente que compensa de manera sanadora y pone fin al mal a través del bien.
Finalmente, la cuarta fuerza es el equilibrio o compensación entre el dar y el recibir. Existe un mecanismo inconsciente que nos mueve a reparar o equilibrar. El desequilibrio frena el flujo de energía generando malestares, dificultades y consecuencias. Si recibimos algo bueno, devolvemos un poco más y así se potencia y crece el amor, pero no en exceso porque se vuelve a desequilibrar al ofrecer algo que no me pueden devolver o incluso recibir. Si recibimos algo negativo, practicamos el equilibrio devolviendo lo recibido, pero en menor medida, sin llegar a la venganza.
Incluso podemos estar equilibrando la balanza de cosas que hicieron nuestros antepasados y lo “disfrutamos” o “pagamos” nosotros. Esto no lo elegimos nosotros, simplemente somos tomados por algo más grande con el objetivo de sanar el dolor del pasado con amor y sin juicios.
Si lo analizas a conciencia cada una de las fuerzas está enlazada con las otras, todas ocupan un rol importante en nuestro crecimiento y transportación. Si las reconoces, reflexionas profundamente y las prácticas con disciplina podrás vivir una vida más plena, lograrás cambios y la realización del ser.